
Hipnosis Clínica
La hipnosis clínica es una técnica fundamentada en el conocimiento científico.
Si bien existen muchas definiciones de hipnosis, se puede entender como un estado natural de atención focalizada, unido a un estado de relajación profunda. Este estado puede ser dirigido por otra persona, (terapeuta), quien busca provocar relajación a través de visualizaciones, imaginación dirigida y sugestiones; dando lugar a una variedad de fenómenos como distorsión de la percepción del tiempo, alteraciones en la autoimagen, regresión a etapas diferentes de la vida, anestesia y analgesia.
La hipnosis clínica tiene un fin de sanación, y para ello se requiere dialogar con el paciente durante el proceso. La persona es consciente de lo que dice y hace, escucha los sonidos del entorno y puede decidir en qué momento salir del trance hipnótico, ya que no está dormida ni inconsciente.
Las sesiones de hipnosis pueden variar dependiendo de las necesidades particulares de cada persona, pero suelen constar de dos fases principales, una primera etapa de inducción, enfocada en buscar un estado de relajación y atención focalizada, y una segunda fase donde se le brindarán sugestiones dirigidas a trabajar los síntomas previamente acordados con el terapeuta.
La investigación ha demostrado que nuestra mente se encuentra más receptiva a las sugestiones en estado de relajación profunda que en estado de alerta, por lo que, por ejemplo, si se encuentra experimentando ansiedad, su mente recibirá con mayor apertura las sugestiones de calma y tranquilidad bajo estado de hipnosis.
La hipnosis no es un tipo de terapia, es una técnica que puede acompañar a cualquier enfoque terapéutico y a otras técnicas psicoterapéuticas.
La mayor parte de las personas describen el estado de hipnosis como una experiencia placentera. Dependiendo de los objetivos que previamente usted haya establecido con su terapeuta, podrá sentirse más alerta, relajado, cómodo, en paz, sin dolor, entre otras sensaciones.
La hipnosis clínica ha mostrado efectividad en manejo de dolor crónico y agudo, ansiedad, fobias, depresión, dificultades asociadas al estrés, dificultad para procesar eventos traumáticos, control de hábitos: cesación de fumado, reducción de peso, comerse las uñas, enfermedades que puedan tener un componente emocional (colitis, gastritis, alergias, fibromialgia, náuseas y vómito sin causa médica, entre otras) y preparación para procedimientos médicos y quirúrgicos.